jueves, 17 de julio de 2008

Entre lectura y queso cortado

Hay gente a la que le parece desagradable, pero yo tengo la sana (digo yo) costumbre de leer en el baño. Es más: el baño se ha convertido en mi sala primaria de lectura, casi en una pequeña biblioteca. A tal grado he llegado en la intensificación de la práctica que estoy en condiciones de dar un recuento de textos que he leído últimamente, exclusivamente en los tiempos dedicados a ese espacio, y contando exclusivamente a partir de la semana santa, que fue cuando la lectura de libros reemplazó a la habitual lectura de periódicos y revistas en ese espacio.

Sale pues en caliente:

"El libro de las tierras vírgenes" de Rudyard Kipling. Es con mucho mi libro favorito, o al menos el único que disputa ese honor con "El nombre de la rosa". Si hago cuentas, "El libro..." ha sido mi favorito desde que tenía 14 años (30 a la fecha, pues) y "El nombre..." desde que tenía 24. El primero lo he comprado en no menos de diez ediciones diferentes, de las que actualmente conservo cuatro, de "El nombre..." habré comprado cuatro ejemplares en diferentes ediciones (sin contar una que le robé a Oscarito, luego que cuento cómo, y que en un acto de justicia poética Lucy me robó a mí), sin que a la fecha cuente con alguno. Dicho lo anterior, y al margen de pasiones intelectuales, queda bien claro que "El libro..." es mi libro favorito, y es el que inauguró, en la edición de Porrua, esta renovada práctica de la biblioteca literaria en sillón de cerámica.

"Veinte mil leguas de viaje submarino" de Julio Verne. Nunca lo había leído, aunque por mucho tiempo tuve la intención. Es un texto un tanto difícil por la gran cantidad de referencias científicas que contiene y llegan a volverlo pesado. Fuera de eso, la lectura es agradable y la aventura memorable. Edición de Porrúa (últimamente he comprado muchos libros de Porrúa, Colección Sepan Cuantos...).

"Aventuras de Sherlock Holmes", "La resurección de Sherlock Holmes" y "Nuevas y últimes aventuras de Sherlock Holmes" (los dos últimos, adaptaciones libres de los títulos originales: "The return of Sherlock Holmes" y "The Case-Book of Sherlock Holmes") de Sir Artur Conan Doyle. El detective es uno de los personajes favoritos no sólo de este servidor, sino de toda una generación de apasionados por las relaciones entre significados y sentidos de los signos. El personaje de Conan Doyle constituye el verdadero arquetipo del pensador racional que es capaz de resolver los problemas más intrincados que puedan surgir. No es de extrañar que grandes intelectuales, como es el caso concreto de Umberto Eco o de Jorge Luis Borges, le rindan homenaje en sus obras.
Un dato de trivia: Mientras que el personaje de Sherlock Holmes fue inspirado por una persona real, un médico victoriano que se distinguía por su habilidad para reunir datos y pistas, aparentemente inconexas, que le permitían diagnosticar y curar enfermedades, en la actualidad, el personaje del Dr. House (un médico que se distingue por su habilidad para reunir datos y pistas aparentemente inconexas para la resolución de casos) fue, declaradamente, inspirado en el famoso detectivo de Conan Doyle.
Ejemplar editado por Porrúa que reúne los tres libros de cuentos mencionados (Sepan Cuantos... No. 345). También fue una relectura de orden sanitario.

"El libro de los amores ridículos" de Milán Kundera. Este libro tiene una historia muy particular. A diferencia de los otros, no se trató de una relectura, sino de una lectura primaria. Me lo regaló mi esposa como recuerdo del día que presentó su examen de grado en la maestría de la Facultad de Psicología. Resulta que ese día justamente, el 19 de junio, se cumplían 40 años de la publicación original de éste, uno de los primeros libros "decisivos" de Kundera. Es innecesario que repita otra vez mis muy repetidas alabanzas hacia el genio checo de la narrativa psicosocial. Prometo dedicarle un espacio a la reseña específica de este libro. Edición de Tusquet.

Con menos suerte que los anteriores, pues no los leí por completo, pasaron también por la sala íntima de lectura los "Cuentos escogidos" de Chejov, "El libro de arena" de Borges, el primer ejemplar de los "Cuentos completos" de Asimov y "La isla del día de antes" de Umberto Eco. Aclaro que todos son libros previamente leídos y que sólo se libraron de la relectura mornárquica, y los textos de Borges y Chejov los leí de todas maneras, aunque no en el cuartito.

Anteriormente, aunque de forma más esporádica y alternando su lectura con los mencionados periódicos y revistas en los meses de enero a marzo, también tuvieron su espacio en la minibiblioteca del queso cortado: "El hombre duplicado" de Saramago, y "El evangelio de Lucas Gavilán" de Vicente Leñero.

¿Por qué ahí? Porque he tenido mucho trabajo, y es casi el único momento que puedo dedicar a la lectura; y prefiero leer ahí que no leer.

Y en forma atípica (para mí) de cerrar un texto, les dedico esta canción de Charlie Sheen:



Por cierto, y aprovechando el viaje, los invito a ver los videos de mis alumnas y alumno de 8avo semestre cuando hicieron sus predefensas.