jueves, 25 de diciembre de 2008

Ya es Navidad

Muy bien, ya es Navidad, ¿y qué hemos hecho para cambiar? Poco más o menos así lo dejó escrito Lennon en su canción navideña, y creo que conforme pasa el tiempo, cada vez me identifico más con esa postura. Ya van quedando atrás los años de construir una escenografía para ilusionar a los hijos con la llegada de un mágico personaje con problemas de género (¿santa o santo?). Por otro lado, siempre he tenido problemas para asociar estas fechas con la profundidad que requiere un episodio místico que, evidentemente, casi nadie conmemora.

Me gusta la aséptica noción de una fiesta pagana de celebración por el renacimiento del sol (después de la noche más larga) que fue adoptada y adaptada por la iglesia católica con fines evangelizadores. Puedo sentirme bien e identificado con una celebración por el reinicio de algo que en realidad no se ha terminado. Es decir, como ver en la celebración del 25 de diciembre un punto de partida para las transformaciones personales; cerrar ciclos y reiniciar proyectos y planes que ya estaban en marcha, pero con nuevos bríos. Igual que cuando el sol, después de haber estado a punto de ser vencido por la noche, se levanta para comenzar, poco a poco, a dominar sobre las sombras; no es cierto, pero puede funcionar como metáfora.

Son lindos los buenos deseos, las bienaventuranzas y las felicitaciones. Pocas cosas son tan estimulantes como la convivencia y la celebración. Pero el mundo no se detiene ni los retos se terminan. Escribió el argentino Ceratti que "una canción jamás podrá parar la guerra", agrego yo: "ni los buenos deseos resuelven problemas". Es bueno que nos demos abrazos y que intercambiemos buenos deseos, pero mejor será si comenzamos a coordinar esfuerzos para corregir lo que no está bien.

Así que, ya es Navidad, ¿qué vamos a hacer para cambiar a partir de hoy?

viernes, 12 de diciembre de 2008

Yo lo vi; yo estuve ahí

Acabo de leer el texto de Lucy sobre un triste episodio de desalojo que ocurrió ayer en la biblioteca para la realización de una junta. Y como yo fui uno de los testigos de todo lo que ocurrió, y como fui uno de los que no aceptaron la nada amable conminación para irnosachingaraotrolado, puedo contar otra parte de la misma historia; justamente la parte que explica la aprehensión de las instigadoras por actuar sin testigos ajenos a su ámbito de control...

Resulta que la dichosa junta era para explicarles a los asesores de practicantes (7o y 8o sem.) oooooootras nuevas reglas para la elaboración del mítico documento recepcional (decepcional, que le dicen los muchachos cuando se los rechazan por enésima ocasión), y de verdad que lo que presentaron es una evidencia muy clara de al menos dos circunstancias: falta de comprensión del currículum y falta de visión.

Ya te he comentado en otras ocasiones que ahí, en la ENSMSG, el documento recepcional se ha convertido en una especie de objeto de culto al que se le ponen más requisitos, procedimientos y trabas que a una tesis de maestría. Sin exagerar, he visto tesis de la escuela de graduados que tienen más fallos que los borradores rechazados a algunos estudiantes de licenciatura (francamente, yo me sigo preguntando si las personas que se ponen tan requisitosas para aprobar un documento serán capaces de escribir lo que solicitan; tengo al menos constancia de que una de ellas se pone muy demandante, pero no es capaz de redactar un texto con la mitad de la calidad que exige). El problema es que lejos de contar con un conjunto de normas estables de publicación, que de existir y estar registradas podrían convertirse en objeto de enseñanza, en nuestra escuela cambian las reglas cada año, generalmente a medida que avanza el curso, y habitualmente sin atenerse a criterios académicos o editoriales sólidos y consistentes. Digo, es evidente que la mayor parte de las propuestas son ocurrencias y visceralidades, porque la falta de lecturas, siempre lo he dicho, se nota más que el amor y el dinero.

Y las dos nuevas genialidades que más llamaron la atención del respetable fueron que, a partir de esta generación (nótese el carácter de improvisación que tiene la medida), quedan prohíbidas, en los documentos recepcionales, las citas mayores a cuarenta palabras (los bloques de citas) y el uso de información proveniente de Internet (aunque supongo que la proscripción es para toda información contenida en fuentes digitales)... ¡Hazme el chingado favor!

Colijo: Algunas personas abusan del citado y llenan muchas páginas con citas textuales, pero eso no es lo malo; lo malo es que se les exija que cumplan con un mínimo de páginas y no con un mínimo de argumentos o pruebas. Acepto: algunas personas aprovechan las facilidades que otorgan los textos digitalizados para hacer un ejercicio magistral del copy & paste, incluso hay quienes no cuidan la calidad de los textos que copian, pero eso no es lo malo; lo malo es que ni escribiendo ni copiando pueden cubrir los retorcidos requisitos de publicación que se les imponen.

Al final de cuentas, ambas medidas aparecen como actos desesperados por ejercer el control sobre una actividad que debiera darse en la libertad más amplia: la reflexión sobre la propia práctica docente. En vez de darles oportunidad a los practicantes de resaltar las ricas particularidades que tuvieron sus actuaciones en unos contextos determinados con unos alumnos en particular, los pobres tienen que tratar de reproducir esquemas y llenar patrones, aún a costa de mentir, con tal de satisfacer a sus censoras que primero revisan la medida de los márgenes como requisito para concederles el derecho a ser leídos y revisados... por ejemplo.

Es cierto: se debe procurar que las citas sean pertinentes y que se usen con moderación; se debe procurar que la calidad de las fuentes de información se ubique entre primero, segundo y, ocasionalmente, tercer nivel. Pero de eso a prohibir hay un abismo de distancia.

Y unas cuantas neuronas útiles.