martes, 14 de julio de 2009

Evaluaciones mágicas

Ya no recuerdo si el episodio es real o se trata de una fantasía urdida por mi imaginación para justificar un razonamiento.

"¿Quién crees que gane?"

Participaba la selección mexicana de futbol en uno de esos torneos internacionales y estaba a punto de enfrentarse a los Estados Unidos. Poco tiempo atrás, los norteamericanos se habían incorporado a la práctica de este deporte con pésimos resultados; México era considerado una potencia futbolera en la región, pero los gringuitos daban señales de estar aprendiendo a participar en el juego.

"No sé... Estados Unidos... creo..."

Nunca he sido un fanático del futbol, pero me daba cuenta de que mientras el equipo del norte se consolidaba cada vez más, nuestros compatriotas seguían haciendo lo mismo una y otra vez. Es cierto, eran considerados una potencia, pero en un contexto de equipos malos que, sin embargo, poco a poco iban mejorando. Ya entonces era recurrente el uso de la frase "jugamos como nunca y perdimos como siempre". No me preguntes por la lógica de la situación. No la entendí entonces; no la entiendo ahora.

"¡Cómo...! ¡¿No eres mexicano?! ¡¿No quieres que gane México?! !Por culpa de gente como tú estamos como estamos."

Me quedó claro que lo que mi amigo esperaba era una especie de fórmula mágica que le permitiera "contribuir" con voluntades afines a un posible triunfo de la selección. Es decir que para él mi respuesta tenía un sentido mágico. Algo así como: "si tú dices que perderán, estás provocando que pierdan, pero si dices que ganarán, contribuyes a su triunfo". La reacción de mi amigo, con todo lo irracional que pueda parecer, es un claro reflejo de la percepción que culturalmente tenemos de la evaluación.

Ya he expresado anteriormente que en México tenemos la costumbre de irle al débil en un encuentro y de falsear los resultados de las evaluaciones... ¡Incluyendo las médicas! Hay gente que sintiéndose mal no asiste al médico para no enterarse de qué enfermedad es la que le aqueja. Es como una especie de ritual mágico en el que "si no lo sé no me daña". Por supuesto que es una falsa percepción.

Algo similar, con la pena, es lo que nos ocurre en la evaluación educativa. Hemos institucionalizado la mentira al dedicarle más tiempo a las actividades de preparación para la evaluación que a la educación. Se establece una serie de protocolos de fiabilidad para la elaboración y la aplicación de los instrumentos, pero se promueve la preparación para el examen. Ya lo he dicho: al final lo que se evalúa es lo bien que se estudió para el examen, no los aprendizajes logrados. Después se toman medidas, no para mejorar la calidad de la educación, sino para mejorar los resultados en las evaluaciones... que no es lo mismo.

El gran tabú en nuestra cultura es la evaluación al desempeño de los burócratas, maestros incluídos. Evaluamos y etiquetamos a los niños, pero evadimos que los bajos resultados son consecuencia de una mala calidad docente, aunque es algo que, finalmente, todos sabemos. Tal vez por eso, y en un afán de "taparle el ojo al macho", la SEP y el SNTE se aventaron la puntada de crear un nuevo organismo para evaluar a los maestros. Aunque por ahora se dedicarán a la selección de nuevos docentes, más adelante se verá la manera de incorporar a sus funciones la evaluación de maestros en servicio. El pero es que justamente el SNTE ha sido el principal obstáculo para que exista una evaluación de los docentes. Es esta agrupación la que ha llenado las aulas de personal con bajo nivel de competencia, por supuesto que por intereses políticos, por lo que su participación en este nuevo organismo me hace pensar que no se trata de otra cosa, más que de un nuevo acto de gesticulación masiva en el que todos dirán que las cosas van mejorando, no porque en realidad mejoren, sino para no dar una mala imagen y, mágicamente, "hacer que ocurra".

Y estaré feliz si me tengo que tragar mis palabras... aunque estén duras.