viernes, 1 de febrero de 2013

Compartir la literatura

La experiencia literaria es una de las situaciones escolares cuyas repercusiones se mueven con mayor incertidumbre en relación con lo previsibles que resultan los resultados de otro tipo de actividades. Cuando las actividades tienen que ver con temas como el estudio o la participación social, es relativamente fácil pronosticar el nivel de logro que tendrá cada grupo, e incluso es posible pronosticar el avance en que se moverán la mayoría de los alumnos.

Pero la literatura es una caja de sorpresas. Especialmente si tienes la sensibilidad, como docente, para conceder un mínimo de respeto a la posibilidad de aceptar o rechazar que tienen los alumnos. En este caso, me refiero a mantener un nivel aceptable de opciones para los alumnos al momento de elegir los materiales de lectura. Cierto, es más fácil y eficiente trabajar con textos preseleccionados y con guiones de interpretación pre-establecidos; pero en esos casos, lo único que logramos es sobre-escolarizar una práctica cuya naturaleza es ser uno de los principales ejercicios de libertad: decidir qué es lo que me gusta y qué es lo que no me gusta.

Esta semana que concluye, trabajé con la lectura de textos renacentistas (que me permití combinar con textos barrocos), y como parte de las actividades, incluí un par de sesiones dedicadas exclusivamente a leer. La dinámica: voy a la biblioteca, tomo una cantidad respetable de libros que cumplan con los criterios generales, los llevo al salón y cada alumno escoge el que más le llama la atención para leerlo. En esta ocasión los libros de los que llevé más ejemplares fueron algunas adaptaciones de “El Quijote” (“Profe, ¿y recuperó la cordura en algún momento?”), “El lazarillo de Tormes” (“Profe, ¿por qué le dijo ‘hideputa’?”), “Romeo y Julieta” (“Profe, ¿en dónde salen Romeo y Julieta juntos?”), y libros de poesía, donde mi gusto personal por el Madrigal de Gutierre de Cetina (“Ojos claros, serenos, que de un dulce mirar…”) fue la puerta de acceso para invitar a mis alumnos a buscar y disfrutar, incluso de manera inesperada para mí, del estilo y sentimiento renacentistas.

La experiencia me ha dejado satisfecho y convencido de que los adolescentes son personas con las disposiciones necesarias para sobreponerse a cualquier desventaja cultural o social a que les condicione su origen o contexto: disfrutaron, en su mayoría, la lectura. Se emocionaron e interpretaron; compartieron y comentaron; se emocionaron, lloraron, rieron, disfrutaron otra vez. Y yo lo único que tuve que hacer fue, después de haberlos contextualizado histórica y culturalmente, resolver algunas dudas de lenguaje y explicar algunas situaciones.

Ya lo dijo Gabriel Celaya: “La poesía es un arma cargada de futuro”.

El resto de la literatura también.

lunes, 28 de enero de 2013

Crucero peligroso

Cada mañana circulo por la avenida Rangel Frías hacia el norte. Es una de las vías rápidas que mejor dinámica de circulación ofrece en nuestra ciudad metropolitana de Monterrey. Es cuestión de minutos para llegar al final de la avenida, justo en donde comienza uno de los sectores habitacionales más conflictivos y problemáticos para nuestras autoridades: el sector Tierra y Libertad; ahí, al pie de las torres de alta tensión y haciendo uso integral del correspondiente derecho de paso, cientos de casas se amontonan e impiden la continuación de la vía rápida hacia la Avenida de la Aurora que conecta con Gral. Escobedo.

Y como cada mañana yo voy para Gral. Escobedo, tengo que continuar mi camino introduciéndome en el barrio a través de una calle cuyas orillas se encuentran llenas de viejas vans, camionetas y camiones de tres toneladas que hace mucho dejaron de ser “de modelo reciente”. La consecuencia es que decenas de vehículos, de todos tamaños y configuraciones, avanzamos simultáneamente por la calle Santiago, con el propósito de llegar a la Ave. Bernardo Reyes (que yo tomo hacia la izquierda para continuar hacia Escobedo). El riesgo, que no siempre permanece latente, es el de dar a otro vehículo un rozón lateral, lo que, cuando ocurre, acaba colapsando por completo la circulación.

Al llegar al cruce con B. Reyes, los trasbordantes nos topamos con un arroyo ininterrumpido de vehículos que se dirigen hacia el sur (centro de Monterrey) y con la necesidad de realizar la arriesgada maniobra de “aventarse en la primera oportunidad”, porque no hay semáforos y (Dios los libre) tampoco algún agente de tránsito.

De más está decir que los accidentes están a la orden del día.

mapa

domingo, 27 de enero de 2013

Grandes mexicanos

Puede que sea yo el que está equivocado.

Lo cierto es que desde hace algunas semanas me está dando en la cara una campaña de radio donde una pretendida maestra pasa lista en el salón de clases, pero lo hace nombrando a quienes se presenta como modelo de los grandes mexicanos que el sistema educativo se propone formar a partir de la puesta en marcha de la Reforma Educativa. Y ahí están, diciendo “presente” al ser mencionados (sin respeto al canónico orden alfabético), personajes de la historia (sangrienta y centrada en la lucha por el poder) como Miguel Hidalgo, Benito Juárez y Josefa Ortiz de Domínguez, entre otros.

El mensaje explícito es que, con la Reforma, los diferentes actores políticos en México se han puesto de acuerdo para lograr que la escuela pública se convierta en semillero de “grandes mexicanos”; y a mí me provoca escozor la idea de que sólo puede ser considerado como grandes personajes a aquellos que han participado en la lucha por el poder y el control del país. Porque ahí sólo están representados los tradicionales “próceres” de la patria; pero no se menciona a un Mario Molina, Octavio Paz, Daniel Bautista, Rodolfo Neri Vela, Hugo Sánchez, o algún otro miembro de esa pléyade de ciudadanos que, más que luchar por el control de las arcas de la nación, se han esforzado por destacar en sus campos específicos de competencia.

¿Cuál es el mensaje implícito? ¿Que sólo son buenos mexicanos aquellos que han constituido las raíces y los fundamentos del PRI? ¿Que la única forma legítima de ser un gran mexicano es involucrarse en la lucha por el control político de México? ¿Y dónde quedan los artistas, intelectuales, científicos y deportistas que han triunfado en sus respectivos ámbitos?; ¿ellos no son grandes mexicanos?

La campaña me ofende, como mexicano, y me parece distante de mi realidad, como docente. Creo que la reforma ya era necesaria, creo firmemente en las bondades de la escuela pública, y creo en su potencial para ser cuna de grandes mexicanos.

Pero no creo que la escuela sea o deba ser un centro de generación de competidores por el poder.