lunes, 4 de abril de 2016

¿Puede sobrevivir el normalismo a las nuevas condiciones de la educación en México?

Los recientes y vivos debates en torno a las perversas intenciones del perverso estado con  respecto a las indefensas normales se mueven más en el campo de la defensa de nichos y privilegios que en el de la búsqueda de un proyecto realista que garantice la competitividad de las normales ante las condiciones que plantea la Ley General del Servicio Profesional Docente.

Porque, seamos honestos, para fines prácticos, las escuelas normales de maestros desaparecieron de facto en  1984, cuando pasaron a ser [sí, de facto] centros universitarios que otorgaban el grado de licenciatura a egresados del bachillerato. Claro que preservaban el privilegio de egresar a los únicos profesionistas que podían dar clases en primarias y secundarias, salvo en las secundarias técnicas, que desde su origen permitieron el acceso a la docencia a profesionistas y técnicos no normalistas.

El debate actual sobre si "los universitarios" cuentan con la formación pedagógica necesaria para enfrentar la tarea de educar niños y adolescentes, en el marco de las nuevas condiciones para el acceso al SPD, tiende a ser falaz y cargado de sesgos, pues se obvia el hecho de que ya existen carreras universitarias de pedagogía y de educación que cubren amplia y suficientemente este rasgo de formación. También se pasa por alto el hecho de que la "formación" pedagogica que se sustenta en planes y programas de estudios vigentes para las normales sigue adscripto a la tradición historicista y nominalista del s. XIX; es decir que los egresados de las normales tampoco poseen una pedagogía.

La verdadera ventaja formativa de los "normalistas" (llamados así porque sus escuelas se siguen llamando "Normal") es la oportunidad que tienen de adquirir experiencia al interactuar directamente con grupos de niños y adolescentes, así como con docentes expertos, a lo largo de su trayecto formativo inicial; condición que difícilmente pueden cubrir centros universitarios que se encuentran fuera del sistema de Educación Básica y Normal (aunque este sistema sólo prevalece en la tradición, pues normales y educación básica pertenecen, en los hechos, a diferentes subsistemas educativos).

Ante este panorama, vale preguntarse si las normales de México pueden sobrevivir. Mi respuesta es que sí, pero sólo en la medida en que adapten su actuación formativa a las necesidades educativas de los alumnos de las escuelas primarias y secundarias. Las normales son universidades, y es tiempo de que comiencen a actuar como tales, en vista del derrumbamiento de los pilares de oro y plata que les han permitido actuar dentro de un nicho sin rivales ni competencia. Mientras los egresados de las normales sigan obteniendo mejor puntaje que los otros universitarios en los concursos de ingreso al SPD, las normales pueden sobrevivir.

De lo contrario, no tienen razón de ser.