jueves, 20 de marzo de 2008
Los chicos bien
Déjame te digo que yo no estoy muy convencido de querer que mi hijo sea un "Chico Tec", pues tengo, en cambio, la convicción de que la escuela pública otorga muchas más herramientas para la vida que cualquier escuela privada. Esa es la razón de que hace años haya optado por sacar a mis hijos de un colegio particular para inscribirlos en una escuela pública. Es verdad que los datos duros parecen contradecir mi idea: sin ir más lejos, las evaluaciones de Enlace y PISA arrojan resultados muy superiores para las escuelas particulares por encima de las de gobierno. Pero a veces los datos duros ocultan verdades que pudieran explicar muchas situaciones.
Desde mi perspectiva, las diferencias en los resultados de las evaluaciones mencionadas tienen más que ver con los padres de los estudiantes que con las ventajas pedagógicas, metodológicas o curriculares de las escuelas privadas. Digamos que existen dos tipos extremos de padres: los que se preocupan altamente por la educación de sus hijos por lo que se mantienen al pendiente de su desempeño y sus necesidades (incluyendo el contacto y apoyo a la escuela), y aquellos para los que la escuela cumple solamente con las funciones de guardería y requisito. Tengo la teoría personal de que la calidad de los resultados educativos de una escuela dependen del mayor porcentaje de padres de un tipo o de otro.
Las escuelas privadas suelen contar con una mayor cantidad de padres "preocupados", principalmente por la convicción de que esperan un buen producto a cambio de su dinero, lo que se refleja en un mayor cuidado en que los niños dediquen el tiempo necesario a sus deberes y en un apoyo más constante y decidido para la solución de los problemas que surgen; el resultado obvio es un mejor puntaje global en las evaluaciones que no depende de las diferencias operativas de la escuela. De hecho, muchas escuelas privadas suelen trabajar con métodos pedagógicamente poco recomendados y con una base docente de muy poca experiencia, lo que, en condiciones equitativas, representaría una desventaja ante la mayoría de las escuelas públicas.
Cuando una escuela pública construye una fama de excelencia, se convierte en un imán que atrae a una mayor cantidad de padres "preocupados", lo que le ubica en un buen nivel de competitividad. Lamentablemente esta no es una situación frecuente, y el índice de padres "indolentes" suele superar con mucho a los "preocupados", incidiendo directamente en dos dimensiones fundamentales: los resultados académicos de los alumnos, y el nivel de autoconfianza de los docentes. Estos dos componentes se involucran en una dinámica de "circulo vicioso" cuyas consecuencias son bastante comprensibles.
En el caso de la educación superior la situación no es muy diferente: las instituciones de mayor prestigio establecen requisitos más duros para los aspirantes, además de un mayor involucramiento de las estructuras familiares: el punto es que ni todo es dinero ni todo es trabajo mejor hecho. Si tienes mejores alumnos desde el principio, a la larga lograrás los mejores resultados institucionales. Es como una "fuga de cerebros" a nivel local: los "mejores" estudiantes se van al Tec y a la UDEM. Afortunadamente la competencia profesional y la calidad educativa se mueven en relación con muchas más variables que el promedio escolar y el resultado de un examen de inglés, por lo que las universidades públicas siguen egresando profesionistas con alto nivel de competitividad.
Solo para el ejemplo: la mejor universidad de hispanoamérica (de acuerdo con evaluaciones internacionales y pese a todos sus problemas de imagen) sigue siendo la UNAM.
Y es pública.
lunes, 10 de marzo de 2008
Web 2.0
Hace años, el uso de Internet semejaba mucho a la lectura del diario, pues el navegante se limitaba a pasar página tras página de texto cuyas características visuales no variaban más allá de algunos tipos diferentes de letras, tamaños y colores diferentes en las mismas, algún fondo simpático que en ocasiones nunca terminaba de descargarse (había inconscientes que se atrevían a poner imágenes de 250 ó 300 kb, como si uno hubiese tenido todo el día para estar conectado), ocasionalmente alguna pequeña foto. La presencia de los infaltables gifs animados, que llegaban a saturar páginas con flechas en movimiento, personajes bailando o haciendo alguna monería en forma infinita, constituían básicamente la principal diferencia entre leer en papel y leer en computadora.
Aunque prácticamente todas las páginas contaban con un vínculo para el envío de correo electrónico, las variantes de configuración de los mismos convertían su uso en materia reservada para genios informáticos y para egresados de las incipientes carreras informáticas. La llegada del correo web marcó el cambio de todo; fallaba frecuentemente, era lentísimo y pocas personas tenían una cuenta de Hotmail o de YahooMail, pero su llegada representó un paso agigantado para la verdadera democratización de la Internet. Aún así, esa era la web 1.0: un sistema y un concepto prácticamente unilateral en donde los roles de emisor y de receptor (o de servidor-cliente) se encontraban perfectamente delimitados.
Web 2.0 no es un sistema diferente, ni un software, ni un método; se trata de una forma de concebir las relaciones virtuales, radicalmente diferente a lo que fue en el origen.
Todo aquel que escribe un blog, publica fotografías o vídeos, participa en un foro, juega en interactividad con uno o más compañeros a distancia, conversa por medio de un "messenger", o agrega una nueva entrada en cualquiera de las numerosas "wikis", asume el papel de emisor o servidor que genera contenidos. Y eso es lo que, en esencia, caracteriza el concepto de web 2.0: una arquitectura abierta de relaciones virtuales en la que cualquiera de los nodos que integran la red puede asumir el rol de emisor o generador de contenidos, cualquiera que sea su tipo.
Esta mayor democratización de la web disminuye el rol hegemónico de las grandes potencias económicas en la determinación de los estándares científicos, o dicho de otra manera, ya no sólo quienes cuentan con grandes recursos financieros están en posibilidades de dar a conocer sus desarrollos científicos o sus interpretaciones de las cosas. En la actualidad podemos encontrar amplias comunidades virtuales de conocimiento en diferentes lenguas y culturas que no necesariamente son de países poderosos.
La presencia de culturas orientales resulta particularmente interesante en este sentido; comunidades indonesas, pakistanís, hindis, por mencionar algunas de las menos esperadas. Se trata de pueblos que históricamente han luchado contra la pobreza, el hambre y la marginación, y que han encontrado en la web 2.0 un filón para el desarrollo cultural. En América Latina sobresalen las presencias de Argentina, Chile y Colombia, además de una fuerte actividad de estadounidenses hispanohablantes, dentro del rubro de la generación de contenidos y bases de conocimiento. Particularmente Argentina se va posicionando gradualmente como puntero latinoamericano en desarrollo informático y en creación de conocimientos, lo cual es necesariamente bueno y sienta un antecedente que permite augurar un futuro promisorio para los argentinos.
Quienes no figuramos somos los mexicanos; tenemos más computadoras que los argentinos, mayores velocidades de conexión que los colombianos, tarifas de Internet más económicas que los chilenos... pero no generamos contenidos. Nos limitamos a bajar vídeos y canciones, a enviarnos cadenas por correo y a criticar lo que hacen los demás. Los mexicanos no participamos en las wikis, pero sacamos toda nuestra información de ahí; no hacemos contribuciones a las bases de conocimiento públicas (siempre soñamos con que alguien nos va a pagar mucho dinero por lo que escribimos o dibujamos), pero no tenemos empacho en usar el conocimiento publicado por otros ("Pendejos, quién les dijo que lo pusieran allí" -con tonadita madreadora-).
Lo malo es que nos estamos quedando rezagados y los resultados son los que se ven en las evaluaciones internacionales. No se remedia el bajo nivel cultural y científico enseñando a los estudiantes a contestar exámenes o macheteándose guías para los mismos. Es necesario integrarlos e integrarnos a una cultura de generación de conocimiento en donde deje de campear ese egoísmo que nos hace seguir atados al viejo precepto de que la información es poder.
La información ya no es poder: es herramienta. El verdadero poder se encuentra en el conocimiento, pero sólo en la medida en que éste es social. Quienes tienen la posibilidad cultural y tecnológica deben abandonar el egoísmo y el pudor para convertirse en la base seminal de una sociedad que basa su desarrollo en el conocimiento. No se trata de comprar libros para digitalizarlos; eso es un delito. No se trata de poner a los estudiantes a crear blogs para subir sus tareas fusiladas de Wikipedia, Encarta o Rincón del Vago. Se trata de construir nuestros propios contenidos, pero con dedicación y con esfuerzo, no con ese mítico y pinchurriento "clásico ingenio de los mexicanos" que es un sofisma para significar "improvisación".
La web 2.0 se ha convertido en la mejor aliada de las sociedades y culturas que han sido capaces de asumir el reto de transformarse para progresar sin dañar el planeta.
pero ai tu sbes si nmas quiers psr a firmarle bonito.