Aunque desconozco la versión exacta, narra la historia que después de la muerte de Stalin, su sucesor al frente del Partido Comunista, Nikita Kruschev, sorprendió a todos haciendo una amplia denuncia de los abusos cometidos por su predecesor, así como de planes bastante perversos de control y represión. En medio del silencio que provocó el estupor, cuentan, se escuchó una voz que debió decir algo más o menos como:"Y dónde estabas tú, camarada, mientras todo eso sucedía". Al mayor silencio generado entonces se impuso el rugido de un furioso Kruschev increpando: "¡¿Quién dijo eso?!" (conozco otra versión donde Kruschev suena tranquilo, elegante y conciliador, pero me gusta más la del rugido). Nadie se atrevió a contestar o moverse; entonces agregó Kruschev, recuperando la compostura: "En ese mismo lugar, y en esa posición estaba yo, camarada".
Me pregunto cuántas conciencias inconformes se esconden detrás del uniforme que la Burda Mafia ha impuesto en reemplazo a los símbolos institucionales; me pregunto cuántos dirán algún día: "yo tampoco estaba de acuerdo, pero tenía miedo de hablar".
Pienso en todas esas personas que se ven impelidas a asistir a la Normal con su camiseta con el escudo del sindicato como uniforme y símbolo de identidad, subrepticia contraseña que permite el acceso a los espacios de la institución. Me imagino a una persona (en realidad me imagino a una secretaria u otra mujer del personal de apoyo) que, distraída, deja pasar a X sin saludarle; entonces, su colega que le acompañaba al minisuper para comprar un refresco le increpa desde el borde de la incredulidad absoluta: "¿por qué no saludaste a X?, se te quedó viendo y tú no lo pelaste"...
Siento ahora mismo cómo siente ella un escalofrío que le recorre la espalda y le llena el estómago de mariposas y gusanos que se retuercen hasta la náusea; y piensa en el pago del nuevo refrigerador que comprometió pensando en la seguridad prometida del contrato en la Mixta... votó... pasó por alto, e incluso bromeó con los avances de X... y ahora, por una distracción...
Me la imagino el sábado siguiente, buscando primero y portando después, casi con ansiedad y desesperación, el uniforme que grita que sigue siendo incondicional, que está dispuesta a cooperar, a participar. Esperará pacientemente cerca de la puerta la llegada de X, se hará la aparecida y exagerará en su efusividad para saludarle. "Mire, le dirá cargado de intención X, yo creí que ya no me quería". "Cómo cree..." , contestará tragándose su orgullo y deseando sonar honesta.
X se alejará inflado de autosuficiencia mientras ella piensa si lo que ha hecho ha sido suficiente para lavar su error y garantizar su permanencia en la Mixta; pensamiento compartido por muchas personas que sábado tras sábado escogerán ponerse la camiseta del sindicato, única prenda lo bastante gruesa como para tapar el miedo a perder el contrato. Auxiliares y docentes: la auxiliaría y la docencia poco importan; lo que importa es ponerse la camiseta.
¿Y tú dónde estabas?
Igual que tú: escondido en el anonimato, detrás de la camiseta.
2 comentarios:
¿y si me quiero encuerar? Es decir que no quiero la camiseta, esa tela gruesa siento que me esta asfixiando.
Mi querida Lucy: Tú ya has ido haciendo un lento pero constante striptease, al igual que varios colegas que han optado por correr el riesgo de alzar la voz.
Aunque ya en lo concreto, supongo que tu aspiración contaría con muchas adhesiones.
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