Cuando era niño, mi madre solía comprarme zapatos ligeramente más grandes de lo necesario como una forma de proteger la inversión contra mi desordenado crecimiento. Mientras tanto, el espacio sobrante entre mis dedos y la punta del zapato era rellenado con papel. Años después, durante la adolescencia, pude enterarme -no preguntes cómo- de la manera en que algunas de mis compañeras de secundaria, ansiosas por madurar al menos físicamente, hacían del papel doblado emergentes prótesis para agrandar las incipiencias que natura tanto tardaba en abultar.
En otros momentos he visto cómo el papel se usa de relleno en obras de albañilería par evitar que el concreto se precipite por los orificios de los blocks, como recurso emergente para tapar orificios que permitían el paso del frío en construcciones exiguas, o para rellenar zapatos (otra vez zapatos) que se mojaron y a los que el relleno protege de perder la forma.
Lo que nunca me imaginé ver es la manera en que los genios académicos de la ENS (la de Nuevo León) usan papeles para rellenar huecos de conocimiento. ¿No sabes qué hacer? Haz un formato. ¿Ignoras cómo desarrollar la actividad? Haz una tabla para contestar. ¿No sabes con qué actividad mantener a la gente ocupada? Dales una lectura y un cuestionario, o una hoja rayada y diles que es una pauta, o una hoja con una palabra al centro para que hagan un mapa conceptual, o un esquema telaraña, o sol, o la madrequelosparió.
Papeles para rellenar, pues.
Algún día creceré, mamá.
1 comentario:
No, por favor nunca crescas; así me caes bien. Tu deja que hagan rollito sus papelitos
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