Uno, dos, tres... ¡toco la pared!
Uno, dos, tres... ¡toco la pared!
Uno, dos, tres... ¡toco la pared!
El orfanato.
Está buena.
Da miedo.
Uno, dos, tres... ¡toco la pared!
miércoles, 30 de enero de 2008
lunes, 28 de enero de 2008
¡Madres!
La palabra madre, tan ambigua y tan antigua, además de ser el sustantivo que se usa para nombrar a la progenitora de una persona, tiene varias acepciones que van desde las más inocentes (como nombrar "madre" a cualquier hembra que ha tenido crías, lo cual es una aplicación por extensión del significado, pues lo exacto sería hablar de progenitora, reservando la palabra madre para las progenitoras de la especie humana) hasta las más pervertidas, que serían todas aquellas que aluden a la palabra y sus derivados como formas de insulto.
Pero resulta que la cosa no es tan simple como parece, pues, en ocasiones, las expresiones que se usan poco o nada tienen que ver con la santa mujercita que espera amorosamente sus claveles y sus mañanitas el diez de mayo.
Cuando alguien, hablando con propiedad, expresa que ha habido un desmadre en determinado lugar, lo que está refiriendo es que un río ha excedido la capacidad de su cauce y ha comenzado a derramar sus aguas alrededor (el río se desmadró o salió de madre). Aunque habitualmente nos referimos a esa situación como "desborde", eso es algo que sólo puede ocurrir en donde previamente se han construido bordos para que contengan el avance de las aguas (como en el caso de las presas, que son grandes bordos). Y es que una de las varias aplicaciones que tiene la palabra "madre" es la de nombrar al cauce por donde ordinariamente corren las aguas de los ríos (www.rae.es dixit). Por extensión del significado, que es como se dan muchas de las aplicaciones de las palabras, se llama desmadre al efecto devastador que provocan las aguas al salirse de su cauce.
A partir de dicha aplicación "correcta" de las palabras, surgen las siguientes expresiones de uso cotidiano:
Más claras y directas en su sentido de ofensa (ahora sí) a la madre, son aquellas expresiones que le epitetan con adjetivos referidos a conductas, condiciones y situaciones como puta, pinche, chingada, y otras similares que le adjudican la participación, en ocasiones viciosa y en ocasiones abusiva, en prácticas sexuales moralmente reprobables. A quien quiera saber más al respecto, le recomiendo la lectura de "El laberinto de la soledad", donde Octavio Paz escribió muchas y valiosas reflexiones sobre el tema.
En todo caso, es menos gacho tener poca madre que ser un hijo de la chingada.
Pero resulta que la cosa no es tan simple como parece, pues, en ocasiones, las expresiones que se usan poco o nada tienen que ver con la santa mujercita que espera amorosamente sus claveles y sus mañanitas el diez de mayo.
Cuando alguien, hablando con propiedad, expresa que ha habido un desmadre en determinado lugar, lo que está refiriendo es que un río ha excedido la capacidad de su cauce y ha comenzado a derramar sus aguas alrededor (el río se desmadró o salió de madre). Aunque habitualmente nos referimos a esa situación como "desborde", eso es algo que sólo puede ocurrir en donde previamente se han construido bordos para que contengan el avance de las aguas (como en el caso de las presas, que son grandes bordos). Y es que una de las varias aplicaciones que tiene la palabra "madre" es la de nombrar al cauce por donde ordinariamente corren las aguas de los ríos (www.rae.es dixit). Por extensión del significado, que es como se dan muchas de las aplicaciones de las palabras, se llama desmadre al efecto devastador que provocan las aguas al salirse de su cauce.
A partir de dicha aplicación "correcta" de las palabras, surgen las siguientes expresiones de uso cotidiano:
- Hacer un desmadre: Provocar desorden, desastre o devastación (por analogía)
- No tener madre: Carecer de rumbo o de cauce (analogía), carecer de valores o principios (metonimia -la causa por el efecto- y paralogismo o falacia -a) La madre encauza moralmente, b) X no tiene madre, c) Entonces no tiene valores-)
- Tener poca madre: Tener disposición a salirse de orden/cauce (analogía)
- Ser un desmadrado: No conocer límites (analogía)
- Partir la madre a alguien: Lastimarle gravemente (metáfora), acabar con la buena ruta de su vida (analogía y metonimia -la causa por el efecto-)
- Estar hasta la madre o hasta el tope: Ambas son formas contractas por elisión de la construcción "tener la madre hasta el tope", estar a punto de perder la capacidad de contención (analogía); estar a momentos de perder el control (metáfora)
- Desmadrar: Romper (transformación a verbo y analogía)
Más claras y directas en su sentido de ofensa (ahora sí) a la madre, son aquellas expresiones que le epitetan con adjetivos referidos a conductas, condiciones y situaciones como puta, pinche, chingada, y otras similares que le adjudican la participación, en ocasiones viciosa y en ocasiones abusiva, en prácticas sexuales moralmente reprobables. A quien quiera saber más al respecto, le recomiendo la lectura de "El laberinto de la soledad", donde Octavio Paz escribió muchas y valiosas reflexiones sobre el tema.
En todo caso, es menos gacho tener poca madre que ser un hijo de la chingada.
domingo, 20 de enero de 2008
No sé
Hay una canción de Elton John que se llama algo así como "'Lo siento' parece ser la palabra más difícil de decir" (Sorry seems to be the hardest word to say). Supongo que al escribirla, John pensaba más en su experiencia personal que en la forma en que la interpretaría quien la escuchara (en realidad Elton es autor sólo de la música en ésta y en la mayoría de sus canciones).
En el magisterio, en cambio, las palabras más difíciles de pronunciar parecen ser "no sé". Los profesores vivimos inmersos en un sistema que estimula y premia cierto tipo de formación y superación profesionales que, en los hechos, no parece tener mucha relación práctica con los requerimientos para un correcto desempeño profesional. Acumulamos títulos, grados y puntos escalafonarios, pero pocas veces esos avances se traducen en auténticos logros académicos y profesionales.
Resulta lamentable leer ejemplos de producciones de supuestos profesionales con posgrados en los que se evidencia que ni saben redactar, ni saben de qué porras están hablando (había pensado en ligar hacia algunos ejemplos, pero finalmente me pareció una acción demasiado baja, incluso para mí). Y es que los docentes, nuestra formación profesional, y nuestra actualización, somos producto de un sistema paternalista que nos ha convencido de que ya bastante hacemos con presentarnos diariamente a cuidar chamacos como para que encima se nos pida educarlos.
A pesar de ello, nos paramos a dar clases enfrente de un grupo con la firme convicción de que poseemos la única y absoluta verdad en nuestras palabras. Y exigimos respeto y sumisión. Y aceptación.
Y aplausos, si hubiese lugar.
Y nos paramos frente al grupo y expresamos nuestras opiniones, que no nuestros conocimientos, y esperamos que nuestros alumnos las acepten en reemplazo a la siempre tan ambigua verdad. Y es que si la verdad es relativa, qué más da reemplazarla con nuestros puntos de vista. Y somos capaces de contestar cualquier pregunta con la autoridad de los Doctores de la Ley que la Biblia dice que poseían, en su tiempo, la verdad.
Lo que nunca diremos es: no sé.
Aunque sea la única verdad que se podría decir en ese momento. Preferimos llenar el silencio de la ignorancia con la perorata de la visceralidad que comprometernos a indagar el asunto desconocido para la siguiente clase.
Mientras que en países como Finlandia el profesionalismo docente es un hecho simple y permanente, en nuestra cultura los docentes somos los grandes simuladores que buscan la forma de seguir cobrando a cambio de hacer lo menos posible. Somos maestros que no tenemos la menor idea de cómo se vincula la teoría con la práctica; que manejamos los temas de la pedagogía y de la psicología como elementos del discurso, mas nunca de la enseñanza real.
La pregunta es: ¿Estamos dispuestos a enfrentar el reto de la profesionalización? ¿O seguiremos "nadando de muertito" hasta que llegue la ola que nos hunda?
Los libros ahí están.
En el magisterio, en cambio, las palabras más difíciles de pronunciar parecen ser "no sé". Los profesores vivimos inmersos en un sistema que estimula y premia cierto tipo de formación y superación profesionales que, en los hechos, no parece tener mucha relación práctica con los requerimientos para un correcto desempeño profesional. Acumulamos títulos, grados y puntos escalafonarios, pero pocas veces esos avances se traducen en auténticos logros académicos y profesionales.
Resulta lamentable leer ejemplos de producciones de supuestos profesionales con posgrados en los que se evidencia que ni saben redactar, ni saben de qué porras están hablando (había pensado en ligar hacia algunos ejemplos, pero finalmente me pareció una acción demasiado baja, incluso para mí). Y es que los docentes, nuestra formación profesional, y nuestra actualización, somos producto de un sistema paternalista que nos ha convencido de que ya bastante hacemos con presentarnos diariamente a cuidar chamacos como para que encima se nos pida educarlos.
A pesar de ello, nos paramos a dar clases enfrente de un grupo con la firme convicción de que poseemos la única y absoluta verdad en nuestras palabras. Y exigimos respeto y sumisión. Y aceptación.
Y aplausos, si hubiese lugar.
Y nos paramos frente al grupo y expresamos nuestras opiniones, que no nuestros conocimientos, y esperamos que nuestros alumnos las acepten en reemplazo a la siempre tan ambigua verdad. Y es que si la verdad es relativa, qué más da reemplazarla con nuestros puntos de vista. Y somos capaces de contestar cualquier pregunta con la autoridad de los Doctores de la Ley que la Biblia dice que poseían, en su tiempo, la verdad.
Lo que nunca diremos es: no sé.
Aunque sea la única verdad que se podría decir en ese momento. Preferimos llenar el silencio de la ignorancia con la perorata de la visceralidad que comprometernos a indagar el asunto desconocido para la siguiente clase.
Mientras que en países como Finlandia el profesionalismo docente es un hecho simple y permanente, en nuestra cultura los docentes somos los grandes simuladores que buscan la forma de seguir cobrando a cambio de hacer lo menos posible. Somos maestros que no tenemos la menor idea de cómo se vincula la teoría con la práctica; que manejamos los temas de la pedagogía y de la psicología como elementos del discurso, mas nunca de la enseñanza real.
La pregunta es: ¿Estamos dispuestos a enfrentar el reto de la profesionalización? ¿O seguiremos "nadando de muertito" hasta que llegue la ola que nos hunda?
Los libros ahí están.
miércoles, 9 de enero de 2008
Paráfrasis y perífrasis
La paronimia es una relación de proximidad por similitud que se establece entre dos palabras y que puede dar lugar a confusiones o errores. Dichas similitudes pueden ser fonológicas cuando los sonidos son muy similares, como en el caso de las homófonas (vaya-baya, casa-caza), aunque también son parónimas "haber"-"a ver"; morfológicas cuando las formas son parecidas (pollino-pollito, lábaro-Álvaro); semánticas cuando los significados parecen ser similares, es decir que parecen sinónimos sin serlo (oceánico-marítimo); etimológicas cuando el uso de raíces etimológicas provoca confusión para quienes no están familiarizados con los términos (paralelograma-paralelípedo, metafísico-metafísica).
A esta última categoría pertenecen los términos paráfrasis y perífrasis, que además tienen similitudes fonológicas, morfológicas y semánticas (que es como operan todas las relaciones estructurales, aunque una liga es más visible, las otras ligas también están ahí). Lo explico.
La paráfrasis es un procedimiento semántico que consiste en la reelaboración de una frase o discurso con palabras diferentes al original. Aunque cambian las palabras (forma), la idea o fondo prevalece, de tal manera que incluso el reemplazo de palabras por sinónimos es una forma de paráfrasis (El niño sumergió la tina. / El infante hundió el recipiente). Convertida en objetivo y recurso de enseñanza, la paráfrasis ha tenido que adaptarse a las necesidades didácticas, recibiendo denominaciones complementarias como: sintética, descriptiva, analítica, explicativa, poética, etc. Es decir que se le ha agregado un componente pragmático de intención con el cual se especifica la naturaleza del producto que se espera cuando el docente solicita a sus estudiantes que elaboren una paráfrasis de tal idea o texto.
Claro que la forma más directa de enfrentarlo es indicar: "dilo con tus propias palabras", aunque después en necesario reorientar en forma recursiva a los estudiantes para que construyan elaboraciones más o menos aceptables.
La perífrasis es una figura retórica que consiste en el uso de una frase cuando se podría usar una palabra: "Hice un viaje a la Sultana del Norte" en vez de "Hice un viaje a Monterrey", o "La persona responsable de lo que ocurre en esta escuela" en vez de "La directora de esta escuela". Hablar con exceso de perífrasis produce los llamados circunloquios, que es nombre que reciben los discursos de quienes "dan muchos rodeos" para decir las cosas.
De las formas perifrásicas, llaman particularmente la atención las perífrasis verbales por el fuerte arraigo que tienen en el habla popular cotidiana. Tomando en cuenta que los únicos tiempos compuestos son los formados por el uso del verbo haber conjugado como auxiliar, son perífrasis verbales las siguientes:
¡Y los que me faltan!, como dijo Alex Lora.
Nota complementaria: En "Mañana vamos a ir a la escuela", el núcleo del predicado es "vamos a ir", es decir: toda la perífrasis que reemplaza a "iremos". (13-01-08)
Edición de febrero de 2009
Como sé que llegaste hasta acá buscando información sobre el tema para terminar tu tarea, y seguramente la maestra te preguntará que de donde sacaste la información, y no le puedes decir que de Internet, te dejo la información directa de la fuente que yo usé, con todo y referencia bibliográfica, faltaba más (haz click para agrandar).
Berinstáin, Helena, Diccionario de retórica y poética, Octava edición, México, Editorial Porrúa, 1997, pp. 395, 396.
Para la paráfrasis consulta el diccionario, no seas colgado.
Puedes decir gracias en mi chatbox. Besitos. Te cuidas.
A esta última categoría pertenecen los términos paráfrasis y perífrasis, que además tienen similitudes fonológicas, morfológicas y semánticas (que es como operan todas las relaciones estructurales, aunque una liga es más visible, las otras ligas también están ahí). Lo explico.
La paráfrasis es un procedimiento semántico que consiste en la reelaboración de una frase o discurso con palabras diferentes al original. Aunque cambian las palabras (forma), la idea o fondo prevalece, de tal manera que incluso el reemplazo de palabras por sinónimos es una forma de paráfrasis (El niño sumergió la tina. / El infante hundió el recipiente). Convertida en objetivo y recurso de enseñanza, la paráfrasis ha tenido que adaptarse a las necesidades didácticas, recibiendo denominaciones complementarias como: sintética, descriptiva, analítica, explicativa, poética, etc. Es decir que se le ha agregado un componente pragmático de intención con el cual se especifica la naturaleza del producto que se espera cuando el docente solicita a sus estudiantes que elaboren una paráfrasis de tal idea o texto.
Claro que la forma más directa de enfrentarlo es indicar: "dilo con tus propias palabras", aunque después en necesario reorientar en forma recursiva a los estudiantes para que construyan elaboraciones más o menos aceptables.
La perífrasis es una figura retórica que consiste en el uso de una frase cuando se podría usar una palabra: "Hice un viaje a la Sultana del Norte" en vez de "Hice un viaje a Monterrey", o "La persona responsable de lo que ocurre en esta escuela" en vez de "La directora de esta escuela". Hablar con exceso de perífrasis produce los llamados circunloquios, que es nombre que reciben los discursos de quienes "dan muchos rodeos" para decir las cosas.
De las formas perifrásicas, llaman particularmente la atención las perífrasis verbales por el fuerte arraigo que tienen en el habla popular cotidiana. Tomando en cuenta que los únicos tiempos compuestos son los formados por el uso del verbo haber conjugado como auxiliar, son perífrasis verbales las siguientes:
- Verbo estar como auxiliar + gerundio:
está cantando por canta (presente del indicativo)
estuvo cantando por cantó (pretérito del indicativo)
estaba cantando por cantaba (copretérito del indicativo)
estará cantando por cantará (futuro del indicativo) - Verbo ir como auxiliar + infinitivo
va a cantar por cantará (futuro del indicativo)
iba a cantar por habría cantado (antepospretérito del indicativo)
¡Y los que me faltan!, como dijo Alex Lora.
Nota complementaria: En "Mañana vamos a ir a la escuela", el núcleo del predicado es "vamos a ir", es decir: toda la perífrasis que reemplaza a "iremos". (13-01-08)
Edición de febrero de 2009
Como sé que llegaste hasta acá buscando información sobre el tema para terminar tu tarea, y seguramente la maestra te preguntará que de donde sacaste la información, y no le puedes decir que de Internet, te dejo la información directa de la fuente que yo usé, con todo y referencia bibliográfica, faltaba más (haz click para agrandar).
Berinstáin, Helena, Diccionario de retórica y poética, Octava edición, México, Editorial Porrúa, 1997, pp. 395, 396.
Para la paráfrasis consulta el diccionario, no seas colgado.
Puedes decir gracias en mi chatbox. Besitos. Te cuidas.
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paráfrasis,
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perífrasis
martes, 8 de enero de 2008
Propósitos
El día de hoy estuve en Chipinque, recuperando la práctica de la caminata que había abandonado desde finales del año pasado. A diferencia de otros martes, en esta ocasión la cantidad de deportistas fue bastante abundante, "Propósitos de Año Nuevo", pensé, "a ver cuánto les dura", sentencié envidioso de que, a pesar de mis múltiples ascensos previos, los grupos de caminantes (féminas entre los 30 y 40 en su mayoría) pasaran a mi lado dejándome atrás.
Una cosa lleva a otra y me puse a pensar acerca de las expectativas de vida que tiene un propósito. Yo, por ejemplo, a finales del semestre pasado (en julio de 2007) abracé con entusiasmo la idea de formar parte del equipo de asesores de séptimo y octavo semestre. Me hice el firme propósito de marcar una diferencia con mi actuación y mi experiencia ante las pobres y burocráticas prácticas vigentes al momento de orientar a los normalistas en el último tramo de su formación inicial.
Y es que desde siempre (es decir: desde que comenzamos a egresar alumnos con el Plan '99) me ha dolido personalmente la manera en que los alumnos son presionados, humillados y maltratados durante ese último año de su permanencia en la Institución: se les imponen formas de planificación didáctica inusuales y poco prácticas, se les obliga a leer textos y teorías de que nunca habían escuchado hablar, se les presiona para que elaboren un tipo de texto que nunca se les ofreció didácticamente, etc. El resultado es que muchos de ellos, casi todos, acaban odiando a la Normal y todo lo que representa. Eso a mí me da mucha pena, porque yo quiero mucho a mi escuela.
El problema es que ya se me agotó el entusiasmo que tuve al inicio, y me siento poco motivado para mantener mi propósito. Los aludes de papeles y formatos que exige la larga cadena de mandos como requisito para validar mi actuación docente me parece, además de ofensiva contra mi dignidad profesional, una molesta carga que ya me cansé de estar enfrentando. De nada sirve que gaste tiempo, esfuerzo y talento en demostrar que uno de los muchos formatos, o rúbricas, o fichas que nos presentan está mal elaborado y carece de sustento teórico, cuando detrás de el documento elidido se imponen otros tres (también mal elaborados y sustentados) que vienen a refrendar la jerarquía de quien manda.
Y es que no existe forma de rebatir los "así tiene que ser", "así está establecido" o "ese fue el acuerdo"; argumentos primitivos e irracionales, pero efectivos para marcar la postura de la autoridad.
Hace tiempo escribí sobre mi confianza de que la razón se imponga a la fuerza tarde o temprano. Sigo pensando lo mismo, pero ya me cansé de estar en medio. Voy a tragarme mi rabia y voy a tratar de llenarles todos sus estúpidos papeles. Ya no trataré de transformar nada. Voy a dedicarme a hacer mi trabajo y a esperar que termine este ciclo para alejarme de una vez para siempre de la telaraña que es séptimo y octavo semestre. Quiero volver a lo que me gusta y disfruto: impartir clases.
Aún creo que las cosas deben cambiar, aún estoy convencido de que nuestra escuela puede mejorar; pero eso no va a ocurrir con la estructura y las personas que están al frente actualmente: una estructura debe ser flexible para ser modificada, y la modificación debe suponer un beneficio evidente para la estructura y para los usuarios. Los que mandan no están dispuestos a modificar lo que es necesario para que las cosas cambien.
Con su pan se lo coman.
Una cosa lleva a otra y me puse a pensar acerca de las expectativas de vida que tiene un propósito. Yo, por ejemplo, a finales del semestre pasado (en julio de 2007) abracé con entusiasmo la idea de formar parte del equipo de asesores de séptimo y octavo semestre. Me hice el firme propósito de marcar una diferencia con mi actuación y mi experiencia ante las pobres y burocráticas prácticas vigentes al momento de orientar a los normalistas en el último tramo de su formación inicial.
Y es que desde siempre (es decir: desde que comenzamos a egresar alumnos con el Plan '99) me ha dolido personalmente la manera en que los alumnos son presionados, humillados y maltratados durante ese último año de su permanencia en la Institución: se les imponen formas de planificación didáctica inusuales y poco prácticas, se les obliga a leer textos y teorías de que nunca habían escuchado hablar, se les presiona para que elaboren un tipo de texto que nunca se les ofreció didácticamente, etc. El resultado es que muchos de ellos, casi todos, acaban odiando a la Normal y todo lo que representa. Eso a mí me da mucha pena, porque yo quiero mucho a mi escuela.
El problema es que ya se me agotó el entusiasmo que tuve al inicio, y me siento poco motivado para mantener mi propósito. Los aludes de papeles y formatos que exige la larga cadena de mandos como requisito para validar mi actuación docente me parece, además de ofensiva contra mi dignidad profesional, una molesta carga que ya me cansé de estar enfrentando. De nada sirve que gaste tiempo, esfuerzo y talento en demostrar que uno de los muchos formatos, o rúbricas, o fichas que nos presentan está mal elaborado y carece de sustento teórico, cuando detrás de el documento elidido se imponen otros tres (también mal elaborados y sustentados) que vienen a refrendar la jerarquía de quien manda.
Y es que no existe forma de rebatir los "así tiene que ser", "así está establecido" o "ese fue el acuerdo"; argumentos primitivos e irracionales, pero efectivos para marcar la postura de la autoridad.
Hace tiempo escribí sobre mi confianza de que la razón se imponga a la fuerza tarde o temprano. Sigo pensando lo mismo, pero ya me cansé de estar en medio. Voy a tragarme mi rabia y voy a tratar de llenarles todos sus estúpidos papeles. Ya no trataré de transformar nada. Voy a dedicarme a hacer mi trabajo y a esperar que termine este ciclo para alejarme de una vez para siempre de la telaraña que es séptimo y octavo semestre. Quiero volver a lo que me gusta y disfruto: impartir clases.
Aún creo que las cosas deben cambiar, aún estoy convencido de que nuestra escuela puede mejorar; pero eso no va a ocurrir con la estructura y las personas que están al frente actualmente: una estructura debe ser flexible para ser modificada, y la modificación debe suponer un beneficio evidente para la estructura y para los usuarios. Los que mandan no están dispuestos a modificar lo que es necesario para que las cosas cambien.
Con su pan se lo coman.
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