Hay una canción de Elton John que se llama algo así como "'Lo siento' parece ser la palabra más difícil de decir" (Sorry seems to be the hardest word to say). Supongo que al escribirla, John pensaba más en su experiencia personal que en la forma en que la interpretaría quien la escuchara (en realidad Elton es autor sólo de la música en ésta y en la mayoría de sus canciones).
En el magisterio, en cambio, las palabras más difíciles de pronunciar parecen ser "no sé". Los profesores vivimos inmersos en un sistema que estimula y premia cierto tipo de formación y superación profesionales que, en los hechos, no parece tener mucha relación práctica con los requerimientos para un correcto desempeño profesional. Acumulamos títulos, grados y puntos escalafonarios, pero pocas veces esos avances se traducen en auténticos logros académicos y profesionales.
Resulta lamentable leer ejemplos de producciones de supuestos profesionales con posgrados en los que se evidencia que ni saben redactar, ni saben de qué porras están hablando (había pensado en ligar hacia algunos ejemplos, pero finalmente me pareció una acción demasiado baja, incluso para mí). Y es que los docentes, nuestra formación profesional, y nuestra actualización, somos producto de un sistema paternalista que nos ha convencido de que ya bastante hacemos con presentarnos diariamente a cuidar chamacos como para que encima se nos pida educarlos.
A pesar de ello, nos paramos a dar clases enfrente de un grupo con la firme convicción de que poseemos la única y absoluta verdad en nuestras palabras. Y exigimos respeto y sumisión. Y aceptación.
Y aplausos, si hubiese lugar.
Y nos paramos frente al grupo y expresamos nuestras opiniones, que no nuestros conocimientos, y esperamos que nuestros alumnos las acepten en reemplazo a la siempre tan ambigua verdad. Y es que si la verdad es relativa, qué más da reemplazarla con nuestros puntos de vista. Y somos capaces de contestar cualquier pregunta con la autoridad de los Doctores de la Ley que la Biblia dice que poseían, en su tiempo, la verdad.
Lo que nunca diremos es: no sé.
Aunque sea la única verdad que se podría decir en ese momento. Preferimos llenar el silencio de la ignorancia con la perorata de la visceralidad que comprometernos a indagar el asunto desconocido para la siguiente clase.
Mientras que en países como Finlandia el profesionalismo docente es un hecho simple y permanente, en nuestra cultura los docentes somos los grandes simuladores que buscan la forma de seguir cobrando a cambio de hacer lo menos posible. Somos maestros que no tenemos la menor idea de cómo se vincula la teoría con la práctica; que manejamos los temas de la pedagogía y de la psicología como elementos del discurso, mas nunca de la enseñanza real.
La pregunta es: ¿Estamos dispuestos a enfrentar el reto de la profesionalización? ¿O seguiremos "nadando de muertito" hasta que llegue la ola que nos hunda?
Los libros ahí están.
3 comentarios:
Muchos dicen "lo que no sé, lo invento" desgraciadamente la mayoría lo toma como la verdad absoluta, el caso es nunca quedarse callados. Por otro lado creo que si hay quien se decide a enfrentar el reto, pero todos los que andan "nadando de muertito" estorban para poder salir del bache.Así que sólo puedo decir "no sé"
Pues vaya que es difícil decir no sé, sobre todo cuando decirlo implica aceptar que en cualquier momento te pueden chingar quienes saben menos y tampoco lo dicen... Tal vez baste con aceptarlo y bucar un remedio, aunque no suena suficiente en esta tarea autoimpuesta. Me sumo pues, por ahora, al no sé colectivo que debemos proferir quienes gustamos de aprender porque para eso estamos...
Lo siento mi amor
Pero hoy te lo voy a decir
Aunque pueda faltarme el valor
Para verte a la cara
Lo siento mi amor
Lo siento mi amor
Lo siento mi amoooor
Hace tiempo que ya no sé nada,
Y, no sé cómo decirlo
Ya mi voz, no tiembla de miedo
Cuando te dicto
Lo siento alumno
Lo siento alumno
Lo siento alumnoooooo
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