Existe una frase que tiene un potencial destructivo superior al de
una catástrofe natural o un ataque criminal masivo. Sueño y temor de
nuestros antepasados primitivos: encontrar el poder de las palabras para
constituir las fórmulas mágicas que construyen o destruyen, bendicen o
maldicen.
Esa
frase, puesta en los labios adecuados, aún ignorando su poder, inicia
un efecto ascendente que se auto-reproduce, para trascender en el tiempo
y el espacio con consecuencias irreparables.
"Es lo mismo".
Cuando
un educador (docente, gestor, autoridad o administrador) conjura los
posibles efectos de una reforma, una teoría o un planteamiento innovador
diciendo "Es lo mismo de siempre, pero nombrado de otra manera", genera
una barrera al entendimiento y a la transformación; condena a los
estudiantes a seguir viviendo la escuela del s. XIX, con el disfraz de
un discurso nuevo y el aderezo de utilería tecnológica.
Nunca
es lo mismo, pero tenemos que aprender a ver las diferencias, como
condición para transformar eficientemente las prácticas transmisivas
tradicionales.
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