La semana pasada estuve charlando con Oscar, Lucy y Guillermo en la Normal. En el transcurso de la plática, Guillermo se manifestó sorprendido de que a mí no me "digan nada" por mis escritos, mientras que él ha sido objeto de una innegable represión y marginación por parte de la administración y el Comité Ejecutador del STENSE a causa de las ideas publicadas. Hay razones.
La diferencia fundamental, por supuesto, es la cantidad de lectores; mientras que los textos de William se difunden entre miles de lectores, los míos apenas llegan a un par de decenas. De tal manera que es sabido que una idea expresada por Guillermo será difundida y comentada en amplios círculos de reflexión y crítica; sus ideas serán (de hecho son) largamente glosadas y repetidas; y ese es un tipo de cosas que disgusta ampliamente al poder, y en un contexto de tanta difusión a nadie extraña la reacción que, si bien es vista como represión y abuso de poder (o de autoridad según sea el caso), es esperada.
Otra diferencia es el destinatario de los textos. Mientras que mi amigo Willy (previamente liberado, por supuesto) escribe pensando en un amplio auditorio, ante el que posteriormente promociona la aparición del nuevo y esperado producto cuyas características, como la fórmula tradicional de la Coca Cola, no pueden variar mucho (o la patria, sus amigos y Doña Tota la de las gorditas os lo demande); yo escribo para apenas un par de conocidos y otro par de desconocidos cuya atención difícilmente tengo garantizada más allá de la tercera línea. Esta circunstancia me proporciona una libertad de acción y de vociferación muy cómodas.
Mis textos son leídos únicamente por mis amigos (no me tolerarían de otra manera). Si alguien más lee lo que escribo, lo hace bajo su riesgo y por su propia voluntad y, como nadie le obliga a entrar, no tiene derecho a sentirse ofendido. Existe, sin embargo, la opción de disentir. Si alguien no está de acuerdo con lo que escribo, lo puede manifestar públicamente en forma abierta o anónima. Es una de las bellezas de la www2; que podemos comunicarnos más, mejor, y en forma más democrática.
Finalmente, Guillermo, en tanto figura literaria, tiene la obligación moral de convertirse en un personaje polémico que permita posteriormente la configuración de una biografía sabrosa; yo... apenas sí soy uno de tantos grafógrafos cibernéticos. Así que, a pagar la cuota de la posteridad, mi querido Memo.
O como decía Gila: "¡Qué se ponga!".
1 comentario:
Demasiada modestia halagadora. Agrega a la lista de conocidos lectores dos más: María y Yo. Gracias mi querido Fergrafógrafo.
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