jueves, 28 de mayo de 2009

Oropel

Oropel. Ni oro ni papel. Papel de oro. Oro simulado. Falsa riqueza que engaña a ladrones de altares y beatas incondicionales. Tinta deleble que miente mientras dura el deseo de asumir la mentira. Oropel... puro pinche kitch.

Hace tiempo que he dejado de ver con respeto a la educación, particularmente aquella que es impartida por el estado y condicionada por las organizaciones sindicales. No creo en las bondades de las propuestas del sindicato oficial, pero tampoco veo mucha ventaja en la visión de los contras. En realidad, la educación oficial se ha convertido en un coto que es disputado por lo que se le puede explotar, y el interés por la calidad educativa no es más que el discurso de moda para acceder al cajón de los dineros.

Oropel. En 2006 se lanzó un parche de reforma a la educación secundaria (todo con minúsculas intencionales e intencionadas) que vino a justificar el hoyo que se había hecho en el presupuesto asignado a la sep de reyes tamez, con la farsa de una Reforma Integral a la Educación Secundaria que nunca cuajó porque nunca fue consultada, ni consensada; es más, ni siquiera fue bien planeada. Y como después del inminente fracaso de la Enciclomierda no había posibilidad de que este proyecto también fracasara, pues lo sacaron a como pudieron. Sobra hablar de los resultados de un planteamiento inconsistente, mal difundido y peormente ejecutado.

Oropel. En 2003 recibimos, a nivel nacional, por primera vez los resultados de una evaluación internacional (PISA) que nos presentó un panorama muy vivo y real del estado que guarda la educación en nuestro país. Después de pasar por todas las fases clásicas del duelo: negación, rabia, frustración, depresión, y en vez de enfrentar el problema real (los estudiantes no poseen los conocimientos necesarios para acreditar un examen porque las escuelas no están cumpliendo con su misión educadora), nos fuimos nacionalmente por la explicación más ridícula e inverosímil que se le podía conceder a la situación: los estudiantes no pueden acreditar una evaluación porque no saben ser evaluados. De tal forma que actualmente contamos con toda una estructura nacional que se dedica a adiestrar a los alumnos en los mecanismos de evaluación, sin atender a la peculiaridad de que lo que miden las evaluaciones tipo Enlace no es lo que los alumnos aprendieron, sino lo que recuerdan de la guía con la que estudiaron.

Oropel. En 2007 se lanzó fastuosamente un programa que atendería (¡por fin!) a las carencias profesionales de los docentes cuyos alumnos habían recibido las peores calificaciones en las evaluaciones nacionales. Con la participación de organismos nacionales de alto nivel y probada solvencia científica y académica -se suponía-, se capacitó a docentes de alto perfil -se suponía; y yo me creí que yo estaba ahí porque tenía ese perfil- y se plantearon metas y compromisos inéditos en el país. Fernando González se aventó un rollazo que sonaba honesto y prometedor, pero todo quedó en puro blablá. Las capacitaciones se dieron a medias, la coordinación y supuesta supervisión nunca se concretó, el curso no se pudo impartir a los maestros maletas porque el sindicato se opuso, no llegaron los materiales y los capacitadores no sólo no recibimos el pago comprometido (ya se va a cumplir un año, hace cuatro meses nos dijeron que ya tenían nuestra lana, pero que no nos la podían dar porque nadie tenía tiempo de firmar lo que se tenía que firmar), sino que tampoco se nos entregó una constancia de que impartimos el curso.

Oropel. Por la crísis sanitaria se suspendieron las clases por 8 días. Después se "ajustó" el calendario para cumplir los 200 días comprometidos a nivel internacional (de 4.5 horas diarias en escuelas públicas mientras en los colegios son de 6 a 8 horas), que el sindicato rechazó, por lo que las estrategias de compensación se han ido "reajustando" para terminar en la ridiculez de agregarle 15 minutos diarios a la jornada y sólo extender 3 o 4 días efectivos el calendario.

Es decir, ¿alguien ha hecho alguna propuesta realmente coherente para mejorar los resultados educativos?

¿Estamos condenados a vivir en la mediocridad educativa en la que sólo importa la cantidad de alumnos que entran y terminan la escuela sin importar la calidad de su preparación?

¿Eso es lo que importa? ¿Las horas, la cantidad de bancos, el tiempo de estancia? ¿La cantidad de libros aunque estén bajo llave?

¿Y el currículum cuándo? ¿Y la formación docente, cuándo? ¿Y la vocación docente cuándo?

Oropel.

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