lunes, 31 de diciembre de 2007

Espirales

Por diferentes circunstancias y con distintas motivaciones, me he aproximado a la lectura del libro Psicología y currículum de César Coll en varias ocasiones. Escrito en 1985 con el propósito de apoyar una serie de reformas educativas en la provincia española de Cataluña, y hecho público para el resto del mundo en 1991, este presenta una síntesis analítica de las principales teorías psicopedagógicas (psicología de la educación) y las implicaciones que tiene la adopción de cualquiera de ellas para la toma de decisiones curriculares. Desde su publicación, este texto se ha convertido en referente obligatorio para toda reflexión curricular en cualquiera de sus niveles, desde las reformas curriculares propiamente dichas, hasta lo referente al nivel más concreto de toma de decisiones curriculares, es decir la planificación didáctica de la clase.


Pero no escribo para hacer una apología, que poca falta le hace al texto de Coll, sino para reflexionar sobre mi experiencia particular de lectura con ese libro. Te comentaba que lo he leído en varias ocasiones: la primera fue en un curso de la escuela de graduados que dejé trunco; en ese momento me llamaron la atención los catálogos de verbos para la enunciación de diferentes tipos de objetivos que, aunque el autor mismo descalificaba por la excesiva simplificación a la que se prestaban, me parecieron una excelente herramienta para enfrentar las tareas de revisión curricular en que me encontraba inmerso en esos momentos ante la inminente llegada de una reforma en los Planes y Programas de la Normal Superior. Posteriores tareas académicas me hicieron volver a ese libro que, dentro del mismo proceso de adopción teórica y recomendación a terceros, he tenido que reemplazar dentro de mi biblioteca en repetidas ocasiones.

Lo interesante de todo esto es que cada vez que leo el libro me encuentro con nueva información y nuevos elementos de reflexión (por lo tanto llego a conclusiones diferentes) que no había encontrado en lecturas anteriores. Esto no es en realidad ningún misterio, pues sabemos que el acto de recepción a todo texto es diferente dependiendo del contexto, conocimientos y experiencias previas del lector, aún cuando se trate del mismo lector acudiendo en diferentes momentos a un mismo texto (mira cómo en mi adolescencia El principito me pareció una hermosa lección de vida, con el tiempo llegue a considerarlo una bella metáfora de la cultura, y en la actualidad me parece una cursi e incoherente alusión a cosas que se pueden decir de otra manera). El problema es que nuevas interpretaciones a un texto que en el pasado me llevó a tomas ciertas decisiones me dicen que esas decisiones fueron erróneas.

Sé que no estoy dispuesto a ello, y sin embargo en su momento tendré que reconocer que estaba equivocado y que había entendido mal la teoría; porque esa actitud es la única que nos puede hacer evolucionar como individuos, como grupo y como cultura. Empecinarnos en una mentira, en un error o en una postura como una forma de preservar el estatus es una forma de contribuir a la debacle de la cultura. Saber reconocer nuestros errores y actuar en consecuencia es una vía para el crecimiento y un signo de madurez.

Te lo voy a decir para que no te quedes con la duda: yo afirmaba que los objetivos de ejecución no existían y que se trataba de actividades(vg: Participarán en una mesa redonda.); no es cierto: es posible establecer actividades a desarrollar (en forma eficiente, por supuesto) como objetivos de un currículum, un curso o una actividad. ¿Te parece una bobería? No lo es tanto cuando lo que planificas incide en la formación de unos futuros profesionales cuyos actos incidirán en el futuro de cientos (tal vez miles) de adolescentes.

A la hora en que concluyo de escribir este post ya ha iniciado el Año Nuevo 2008 en lugares como Australia, Nueva Zelanda y Japón. No voy a desearte felicidad y riqueza. Mejor te invito para que aproveches esta oportunidad, por lo demás absolutamente convencional, para asumir una actitud reflexiva y responsable sobre tus actos y tus ideas. Enfrenta la responsabilidad de esta relación dialéctica con la sociedad y con la cultura, y disponte a hacer tu aportación diaria para hacer de este mundo un mejor lugar para nosotros, nuestros hijos, y el resto de la humanidad.

Que el mundo lo constituimos todos.

Éxito en el 2008.

1 comentario:

Ileana dijo...

Me sumo a tu propuesta de releer los libros para encontrar nuevos rumbos de interpretación, que a su vez generarán cambios de paradigmas.

FELIZ AÑO