lunes, 4 de febrero de 2008

Un año

No puedo presumir de que mi vida haya sido ordenada en algún momento, sin embargo, hace un año, aproximadamente, se volvió caótica. Porque resulta que hay cosas que esperas que ocurran, cosas para las que estás preparado, cosas que imaginas, cosas que temes, y cosas que no esperas; y a mí me ocurrió algo que temía, de alguna manera no me esperaba o que, si me lo imaginaba, imaginaba en otro lado, y qué, aún desde una perspectiva optimista de los hechos, habría preferido que nunca hubiese ocurrido.

Hace un año, aproximadamente, descubrí una inflamación atípica en mi cuerpo que, con todos los miedos que el exceso de información nos lleva a acumular, se convirtió en una inminente señal de alarma que me mantuvo angustiado e insomne en un, como éste, largo fin de semana largo.

Hace un año, días más días menos, que la médico a la que le tocó atenderme cuando fui a plantarme en la lista de espera de ISSSTELEON, en un día en que las peticiones de consulta parecían multiplicarse, me extendió, con esa urgencia en el rostro y en el acto que tanto desasosiego causa, las órdenes para una serie de estudios y consultas "lo más pronto posible".

Hace un año, apenas unas horas después, estaba ante la radióloga que después de ver los resultados de una ecosonografía pronunció la para mí, en ese momento, incomprensible palabra "infiltración", que no por desconocida resultaba menos perturbadora.

Hace poco menos de un año, y no más de siete días después del primer momento, Internet se convirtió en mi peor enemigo y frío agorero de un destino aterrador, pues me dí cuenta de que el diagnóstico inicial de la radióloga era que un cáncer se había apoderado de mi sistema linfático y se había extendido hacia mi testículo derecho, en donde yo lo había detectado. Que, en este caso, eso significaba "infiltración".

Hará pronto un año, en que los días transcurrieron de una forma desesperantemente lenta (en los hechos, que hoy breves en los recuerdos), entre visitas al urólogo y a los laboratorios, y a los radiólogos, y a las instancias oficiales. Avisos. Permisos. Espacios. Todo en un camino que me llevó de la diagnóstico al quirófano en 8 días; de tal forma que, para mí, el catorce de febrero tiene vinculaciones disminuídamente eróticas con el amor.

Tuvieron que pasar tres semanas para saber que el tumor extraído era el correspondiente a un "seminoma clasico", hecho totalmente atípico si consideramos que a mis 43 años adquirí un tipo de cáncer que se considera típico entre los 14 y los 30 años entre varones de raza blanca (Lance Amstrong tuvo ese tipo de cáncer). Tal vez esa sea la razón de que hoy, casi un año después, me es difícil respirar tranquilo ante el pronóstico del oncólogo que me asegura que tengo un 99 % de seguridad de estar sano, mientras que el urólogo me afirma que en este momento él tiene las mismas posibilidades que yo de desarrollar un tumor.

No es que me guste hablar del tema. Es que no quisiera que a nadie más le ocurriera. Lamentablemente esto no es como la diabetes o la hipertensión. No hay forma de anticipar o prevenir cuando una persona desarrollará cáncer. No hay métodos de prevención absolutos. Tampoco se trata de aprender a vivir con él: o lo combates en forma eficiente y definitiva, o te mueres.

Hoy en día no fumo, procuro consumir alimentos más sanos y practico actividad física de manera regular. He subido bastante de peso (como los marranos cuando los capan, dice Guillermo) y mi vida sexual es bastante buena (en realidad nunca ha sido espectacular; gracias por preguntar), aunque después de las radiaciones lo más probable es que soy algo así como la sacarina: endulzo pero no engordo.

He adquirido el hábito de explorar minuciosamente mi cuerpo. He puesto un gran espejo en el cuarto de baño ("Guácala", diría mi ex-alumna Aleida) y me reviso detalladamente cada vez que tengo oportunidad. Y ese es el motivo de esta crónica: aconsejarte que conozcas, explores y observes tu cuerpo con detenimiento. Considera cualquier variación como una señal de alerta: no te asustes, pero no lo dejes pasar por alto. Acude, si eres mujer, con regularidad a los estudios correspondientes; si eres hombre, resígnate: tu próstata puede jugarte una broma (y ya hay otros métodos de exploración que no ponen en riesgo tu castidad). Si puedes, aléjate del tabaco y de otros cancerígenos reconocidos.

No podemos evitar el cáncer, pero podemos luchar contra él si se detecta a tiempo.

No vayas a cometer la estupidez de morirte por pudor, por desidia, o por falta de información.

4 comentarios:

Luz Rodríguez Llanes dijo...

Prueba superada! Sabes que todos nuetros comentarios al respecto son de cariño (a veces por joder)
pero bueno, es bueno tenerte entre nosotros y mejor que ya estés bien...bueno.

Anónimo dijo...

Parece ser que la vida e smás compleja de lo que parece.

Que cierren las ventanas para evitar el salto!!!.


Saludos cordiales.

G.

Guillermo Berrones dijo...

Bueno, Fer, se confirma que "uno" es mucho más que "dos". El privilegio, y el temple, de vivir para contarlo hace admirable tu espíritu ya de por sí grande.

Ileana dijo...

Nadie podrá decir que eres huevón y mucho menos un huevón diestro, eres más bien “siniestro”.
Gracias por compartir tu experiencia y también por el consejo.