miércoles, 18 de febrero de 2009

Monterrey

Hablar de Monterrey está de moda. Su decaimiento social, cultural y económico se vuelve cada vez más evidente, y yo sostengo la tesis de que esa caída inició en las aulas de nuestras escuelas de educación básica y, por extensión, en las aulas de las formadoras de docentes.

Retomo las palabras de Roberta Garza, Directora Editorial de Milenio Monterrey, publicadas el 17 del presente:

Antes, la ciudad abrevaba de un ideario limitado, pero congruente: la honestidad y la responsabilidad eran comportamientos que no se predicaban, sino que se vivían. A la larga la rigidez del modelo fue dejando sólo el discurso, que hoy reverbera como cáscara vacía en boca de próceres inflados que juran que entre más hablen de valores, más serán tomados por personas ejemplares. Impulsores por excelencia del doble discurso en la ciudad fueron sin duda los Legionarios de Cristo, que siempre trataron de manera preferencial a quienes tenían apellidos bonitos o chequeras abultadas. No es coincidencia que su debacle refleje el deterioro de una ciudad donde hoy la simulación lo es todo: supieron tejer sobre debilidades muy similares a las propias. Pero se sigue afirmando allí que Monterrey es un modelo de ética y de virtudes.

Las universidades, cuya planta de maestros estaba entre lo mejor del país, se convirtieron en McEscuelas que hoy escupen hordas de alumnos dedicados a replicar lo aprendido desde grabaciones en pantalla, donde el margen para el pensamiento libre es nulo y donde al teatro de revista le llaman actividad cultural. Allí mandan los administradores, interesados en todo menos en educar, secundados por rectores de muy escasas luces. Pero se emperran en anunciar que son las mejores de Latinoamérica.

Link al artículo completo.
No me interesa apropiarme de sus juicios, sino sustentar que las cosas que muchas veces yo mismo he denunciado (a lo largo de ya muchos años) son cada vez más evidentes. Resulta que estamos inmersos en un sistema educativo que concede mayor valor a lo numerable que a lo realmente importante para su misión: el conocimiento. Personalmente, ya me tienen hasta la madre los esquemas eficientistas que llegaron para quedarse de la mano de las administraciones panistas-empresariales, donde es más importante la cantidad de alumnos que tienes aunque de todos no se haga un sólo profesional, o se concede mayor autoridad a quien detenta más grados académicos, aunque el angelito (o angelita, según sea el caso), no sirva para maldita la cosa. ¿Y qué decir de la ansiedad por la apariencia física de las instalaciones y su equipamiento? Está de más decir que ni lo uno ni lo otro son garantía de mejora educativa.

Tal vez sea tiempo de volver los ojos hacia las personas, sus conocimientos y sus necesidades.

No hay comentarios: